Nacida en Arroyito, ella vino a estudiar Ingeniería en Sistemas de Información, se recibió, trabajó en una multinacional en su ciudad natal, luego en Buenos Aires, y junto a su marido, Pablo Gallegos, también graduado de Sistemas de Información de UTN San Francisco, decidieron afrontar el desafío de comenzar una nueva vida en Nueva Zelanda, donde formaron su familia y ejercen su profesión.
El relato de su experiencia comienza en el último año del secundario, en la ciudad de Arroyito de donde es oriunda: “Me preguntaba, ¿qué hacer ahora? Y encontré unos folletos sobre la UTN en San Francisco, lo hablé con mis padres, mucho dinero no teníamos, pero estaban dispuestos a esforzarse para ayudarme, así decidí seguir estudiando. Con mi padre establecimos un presupuesto y luego era mi responsabilidad y desafío manejar ese presupuesto para completar una carrera. Finalmente, Ingeniería en Sistemas, en San Francisco, parecía ser algo que podría intentar, pensando que las computadoras serían el futuro en los próximos años. Decidí intentarlo”.
Ese intento que había decidido encarar Mirna comenzó con la búsqueda de un lugar donde vivir: “Luego de caminar mucho explorando San Francisco, encontré una habitación que se alquilaba en la casa de una mujer que vivía sola. Fue un gran desafío, una etapa de adaptación y crecimiento, nunca había salido de la casa de mis padres y mucho menos de Arroyito. Pero estaba decidida a ver que había más allá, a encontrar un mejor futuro, acorde con mis perspectivas, aunque esto significaba que no podría ver a mi familia con frecuencia”.
“Los primeros años de la carrera no fueron fáciles, extrañaba los momentos familiares y no me gustaban los números, ni la física, pero me agradaba la idea de conocer nuevas personas y compartir con ellos la misma experiencia. Tuve la suerte de encontrar muy buenos compañeros a lo largo de la carrera, con los que he compartido inolvidables momentos que permitieron seguir adelante y crecer. Aún mantengo contacto con muchos de ellos”, explicó.
Mirna recordó también que “durante el tercer año de la Facultad, tenía la opción de terminar la carrera de Analista en Sistemas o hacer dos años más y finalizar la Ingeniería. Nunca fui un estudiante brillante ni de muy altas calificaciones, pero había llegado hasta ahí, así que decidí seguir adelante. Gracias a la Facultad conseguí una pasantía la cual me permitió subsidiar mis estudios. Trabajé y estudié los últimos dos años. Terminé de cursar la carrera en cinco años, solo quedaba la tesis. Sabía que mis padres estaban haciendo su mayor esfuerzo para ayudarme a estudiar, no había sido nada fácil para ellos, y cada año contaba”.
“Mientras preparaba la tesis final, me presenté a otra entrevista de pasantías. Se presentaron tres personas a esa entrevista, dos hombres a los cuales conocía y sabía que eran muy capaces y yo... la única mujer... sin mucha idea de qué es lo que iba a decir en la entrevista, pero me dije ‘¿qué puedo perder?, y decidí intentarlo de todas maneras. El trabajo era para una multinacional, en Arroyito, mi pueblo natal, y quedé seleccionada. No lo podía creer. Un año más tarde recibí mi título de Ingeniera en Sistemas de Información y me ofrecieron un contrato permanente, así comenzó mi carrera trabajando como Ingeniera. Tuve la oportunidad de viajar al extranjero, por entrenamientos y reuniones de trabajo. Un tiempo después la compañía, que era americana, fue comprada por una compañía Danesa, hubo reestructuración, me ofrecieron otras responsabilidades y moverme a Buenos Aires, esto significaba cambios, nuevos horizontes, incertidumbre, y acepté el desafío nuevamente”, agregó.
Ex compañero, amigo, novio…
La UTN fue también el lugar donde Mirna comenzó una historia de amor que perdura en el tiempo: “Con mi ex compañero de Facultad, amigo... y novio, -Pablo Gallegos, también ingeniero en Sistemas de Información- luego de cinco años juntos, decidimos casarnos y enfrentar esta aventura. Estuvimos dos años en Buenos Aires, cuando de nuevo la compañía fue vendida y con una nueva reestructuración quedé fuera. Sin trabajo y en Buenos Aires, decidí aplicar a otros trabajos. Conseguí en una consultora para trabajar en otra multinacional y luego de estar ahí no más de tres meses, empecé a pensar que estaba lejos de lo que quería. Comencé a buscar información sobre otros países, así es como la idea de movernos a Nueva Zelanda surgió y en menos de un par de meses, renunciamos a nuestros trabajos, vendimos lo poco que teníamos y nos fuimos con solo una valija de ropa cada uno, a probar suerte a Nueva Zelanda. ¡Imaginen la cara de nuestros padres y amigos! Muchos estaban aterrorizados, algunos totalmente en desacuerdo y otros con una mínima esperanza, pero ninguna de nuestros familiares y amigos se convirtieron en un obstáculo. Mi suegro siempre nos alentó y mis padres, con todos sus miedos, le pusieron una sonrisa y nos dejaron volar, el apoyo de todos ellos significó mucho para nosotros”.
“Salir de la zona de confort no es fácil, agradezco a la reestructuración que puso fin a eso, me dio el empujón que necesitaba en ese entonces, para dar el gran salto”, dijo la ingeniera, y añadió: “Ahora había cuatro grandes obstáculos que deberíamos pasar: Inglés, ya que nunca me gustó estudiar ese idioma, y se notaba en las notas que obtenía. El segundo obstáculo, encontrar trabajo, el tercero, lograr quedarnos permanentemente en Nueva Zelanda y el cuarto, no menos importante, adaptarnos, arrancar desde cero y aprender a vivir lejos de los afectos y costumbres que nos acompañaron toda nuestra vida”.
“Hoy después de siete años en Nueva Zelanda, puedo decir que hemos exitosamente pasado estos obstáculos, aunque aún extrañamos los afectos y costumbres. También tengo que reconocer que la Facultad ha sido gran parte de este proceso. No solo porque ahí conocí a mi marido, mi compañero de vida, Pablo, sino que, gracias al título obtenido en una reconocida Facultad (UTN) más la experiencia de trabajo a lo largo de mi carrera, conseguí trabajo en IT (Information Technology). Mi carrera me ha permitido aplicar a la residencia en Nueva Zelanda, permanecer en este país de forma permanente, siendo libres de trabajar en lo que nos guste, con la opción de convertirnos en ciudadanos neozelandeses”, afirmó la graduada de UTN.
Y finalmente Mirna expresó: “Tenemos una hermosa familia con dos hijos, (una niña de casi cinco años, y un niño de casi dos años) más nuestra mascota Kiara que nos ha acompañado desde que llegamos. Tenemos casa propia, buenos trabajos, mi marido trabaja tiempo completo (full time) y yo trabajo tiempo compartido (part time) para cuidar de nuestros hijos. Hoy trabajo en sistemas para una compañía de electricidad, con horarios y días muy flexibles, trabajo seis horas por día, cuatro días a la semana, haciendo un total de 24 horas por semana, tengo cinco semanas de vacaciones por año... capaz es hora de salir de la zona de confort de nuevo”.