En los últimos meses estamos tan informados sobre covid-19, que por momentos nos sentimos médicos autorizados para ofrecer un diagnóstico; es tanta la información que circula y consumimos, que nos transformamos en pseudo-especialistas. Estamos desinformados entre tanta información. En un último anuncio del secretario la Organización de Naciones Unidas (ONU), Antonio Guterres establece que “el mundo no solo está luchando contra el “enemigo común” del coronavirus, sino que nuestro enemigo es también la creciente desinformación”.
Lo mismo sucede con la inteligencia artificial, cada vez que escuchamos o leemos algún artículo periodístico en su mayoría encontramos titulares con tildes mayoritariamente negativos que positivos, “¿Es peligrosa de verdad la Inteligencia Artificial? (El Español, 2017); ¿Qué tan peligrosa es la Inteligencia Artificial? (Forbes, 2019); “Cómo te van a quitar tu trabajo los robots” (El Diario, 2019). Gracias a Dios, no solo de titulares vive el hombre.
Leyendo el cuerpo de la noticia, y en positivo, nos encontramos con la noticia que una startup canadiense llamada BlueDot que a través del desarrollo de su algoritmo predijo no solo el epicentro del covid-19 (Wuhan), sino también la pandemia que conocemos actualmente. Este algoritmo trabaja sobre el procesamiento del lenguaje natural, puede procesar noticias en tiempo real y en 65 idiomas diferentes; combinando la información que analizó junto a otras fuentes como vuelos comerciales y brotes de enfermedades logró predecir lo que hoy estamos vivenciando. La inteligencia artificial, junto con otras disciplinas como el big data y la ciencia de datos, ayudaron a dar soporte a distintas tomas de decisiones y a organizar el sistema de salud de muchos países.
Siguiendo en positivo, el uso de inteligencia artificial para la predicción, seguimiento y atención de epidemias no es nuevo, el caso más famoso fue en 2008 a través de Google Flu Trends. Esta herramienta, permitió predecir la expansión de la gripe A (Gripe H1N1 subtipo de Influenza A), con tan solo el seguimiento de las búsquedas que realizaban las personas a través del buscador: “fiebre” y “tos”; “síntomas de fiebre y tos”, etc.
La Inteligencia artificial y las distintas ciencias que las complementan, son de gran importancia para planificar cualquier tipo de desarrollo, ya sea social, económico, tecnológico, educativo o político. Podemos contar con información organizada y en tiempo real, herramientas que nos ayudan a establecer análisis predictivos. Es necesario hacer una lectura sobre las oportunidades que existen sobre los avances de la ciencia y comenzar a desarrollar nuevos trabajos.
La llegada del covid-19, provocó cambios en la forma de hacer las cosas. En educación, nos encontramos dictando clases a través de una pantalla, el pizarrón se transformó en esa presentación digitalizada o un video. En la salud, nuestros abuelos pueden enviar un correo electrónico pidiendo sus medicamentos evitando largas colas esperando una respuesta, se realizan diagnósticos telefónicos y a través de aplicaciones. En lo comercial, nuestra forma de comprar se realiza a través de redes sociales; esto permitió que pequeños comerciantes, a un bajo costo, se animen a lanzarse al mercado. El trabajo remoto ya dejó de pertenecer a las empresas desarrolladoras de software y pasó a ser un factor común en todas aquellas que puedan implementarlo. El cambio es movilizador, brusco y caló hondo, pero contamos con las herramientas para hacer frente en la mayoría de las situaciones; pero esto también avecina posibles cambios estructurales que nos hagan pensar en otra forma de hacer lo estábamos haciendo.
Jed Kolko (Economista en Indeed) dijo: “Siempre es más fácil imaginar los trabajos que existen hoy y podrían destruirse, que imaginar trabajos que no existen y podrían crearse”; el pensamiento negativo no colabora en el desarrollo ya sea personal o social. Cuando en los años 90, comenzó a hablarse de la instalación de cajeros automáticos; la noticia causó revuelo entre empleados bancarios, la automatización de ciertas tareas quitaba puestos de trabajo; sin embargo, el ahorro de costos permitió la apertura de más sucursales en el país, incrementando así la cantidad de empleados totales; el rol del bancario adoptó otra forma (M. Mitchell Waldrop,2018).
¿Es posible entonces, con el escenario presente, a sabiendas que la ciencia es la que nos salva, pensar en re-inventarnos y transformar esa amenaza en oportunidad?