En ese contexto, el ingeniero electromecánico Oscar Ghisolfi, graduado de la segunda colación de grado de la UTN San Francisco realizada en 1982, relató su experiencia como estudiante durante los primeros años de la casa de altos de estudios en la ciudad, y no dudó en afirmar que “si un país quiere ser independiente económicamente, debe tener todas sus ciencias dirigidas a la formación de gente que trabaje para independizarse. Pero además si no hay un proyecto serio en educación no se puede hacer frente a esos problemas, y yo creo que en educación no se cambió mucho”.
“Empecé a estudiar Ingeniería en Córdoba, en la Universidad Nacional, estaba cursando tercer año y se abrió la UTN San Francisco. Tenía primer año aprobado y segundo año cursado, y por motivos de trabajo me vine a San Francisco, a seguir la Ingeniería Electromecánica. En ese entonces la Universidad funcionaba en el Colegio de los Hermanos Maristas, yo hice todo el cursado en ese colegio, al edificio actual vine a rendir las últimas materias”, explicó Ghisolfi, quien se graduó a los 32 años y si bien integraba el primer grupo de estudiantes, él asegura que “no entré en la primera colación porque demoré dos años en rendir la última materia”.
Consultado sobre lo difícil que era en aquellos años el abordaje de las materias consideradas “duras”, el ingeniero Ghisolfi señaló que “las materias ‘duras’, lo fueron en todas las épocas, en ese entonces se estudiaban seis años, así que había mayor profundización de algunas materias, por ejemplo había una materia que era ‘Resistencia de Materiales’, que eran tres materias, hoy hay una que se llama algo así como ‘Conocimientos de Materiales’. Y esa materia la daba el ingeniero Ellenais, que trabajaba en la fábrica de aviones de Córdoba, era muy inteligente y a veces era muy específico en los temas, y si uno no estaba en el asunto no podía seguirle el hilo. Había profesores con una gran trayectoria en la docencia y con gran experiencia, no quiero decir que ahora no los haya, pero en aquellos años la realidad era esa”.
En su proceso como alumno de la UTN San Francisco, Ghisolfi participó comprometidamente con las actividades que desde el sector estudiantil se organizaban, ya sea en los momentos recreativos como en aquellos que requerían una acción directa para alcanzar objetivos concretos y prioritarios, como la adquisición del actual edificio de la Facultad, la elección de autoridades, o la modificación de planes de estudio. “Nosotros comenzamos a movilizarnos con la dictadura anterior a la del 76 (la denominada ‘Revolución Argentina’, que se extendió entre 1966 y 1973). Estábamos mucho en la calle, nos movilizamos mucho para pedir el edificio propio, cortábamos calles, íbamos a la municipalidad. Recuerdo que hubo una movilización al edificio actual, era todo camino de tierra, veníamos todos, nosotros y los docentes, algunos se quedaban empantanados en el barro mientras nosotros seguíamos caminando hasta el edificio, cantando ‘queremos que este barrio sea universitario’, y la gente salía afuera y aplaudía. Luego se logró comprar este edificio, y cuando vinimos estaba en buenas condiciones, hubo que hacerle pocas modificaciones para ponerlo en marcha”.
Ghisolfi fue consejero de graduados, y hasta participó en una elección de rector. Y la dura realidad argentina de aquellos años siempre se asomaba en las aulas de la UTN, tal como lo relata el ingeniero: “En ingeniería en Construcción habíamos hecho el plan de estudios nuevo, pero después cuando se intervino la Universidad, en los últimos tiempos de María Estela Martínez de Perón, se dio marcha atrás con todo eso. Inclusive en ese tiempo se cerraron las universidades un tiempo, luego se reabrieron y se dio marcha atrás con esos cambios”.
“En aquella época inclusive había profesores que llevaban a los alumnos a las obras que estaban haciendo, no como pasantías sino en horarios de práctica. Había material de estudio pero poco, había unos tableros de karikal que se utilizaban en mediciones, además íbamos al Parque Industrial, al laboratorio que hoy funciona en la Facultad pero que en ese tiempo estaba instalado en la sede administrativa del Parque, que quedaba en 25 de Mayo esquina Pueyrredón”, comentó.
Consultado sobre la cantidad de estudiantes que había en la Facultad en esos años, Ghisolfi explicó que ese número debe haber rondado los 160, ya que “en una elección para el Centro de Estudiantes, nosotros sacamos 130 votos, y la otra lista, unos treinta sufragios. Nuestra lista llevaba el nombre de Movimiento Unificado Tecnológico, y la otra se llamaba lista Celeste y Blanca”.
Como suele suceder con los estudiantes tecnológicos, el ingeniero Ghisolfi comenzó a trabajar mientras aún cursaba su carrera: “Trabajé en varios lugares, uno de los más importantes fue uno que hicimos en el diseño de una fresadora, que para nosotros que nos hayan dado ese trabajo era una cosa muy importante porque no teníamos mucha experiencia, eran tiempos donde había muchas industrias de máquinas y herramientas en la ciudad. Hicimos el prototipo, después hicimos dos o tres más y fue una experiencia fabulosa. Después estuve en una fábrica de tornos automáticos, y platos para tornos, haciendo control de calidad”.
“Me casé en 1975, así que cuando me recibí ya había nacido mi hijo mayor. Pero recuerdo por ejemplo que mi despedida de soltero me la hicieron acá, en el edificio actual de la Facultad, no había electricidad así que usamos un par de soles de noche”, destacó el ingeniero, quien supo afrontar situaciones muy complicadas, como una detención durante la dictadura, momentos sin trabajo, y búsqueda de oportunidades que no llegaron.
“Hasta que entré a una fábrica de manufactura de cuero, donde me quedé trabajando hasta marzo de este año. Se llamaba en ese entonces Taglioretti y Bianchi, una empresa que tiene 101 años trabajando el cuero. Ahí estuve manejando el taller, después estuve en desarrollo del producto y la puesta en marcha, ya que siempre hay que hacer algo nuevo. Cuando entré se hacía mucho talabartería, y después se orientó a la parte de cinturones y billeteras”, explicó.
Y en relación a la Facultad Regional San Francisco, puntualizó: “Lo mejor que tiene esta UTN son los cursos chicos, yo que estuve en la Universidad Nacional sé lo que es una clase magistral en el aula magna, con 300 alumnos, el docente que desarrolla una fórmula matemática en el pizarrón. Y la relación con el docente allá es muy difícil, en cambio acá está todo más cercano, los profesores están cerca, los laboratorios, esas cosas en una Universidad grande no se alcanzan fácilmente, al profesor allá no lo veía nunca, salvo en el aula y cuando iba a rendir. En esta UTN la cantidad de alumnos y el trato que se establece con el profesor es casi como el de una universidad privada. Por otro lado, yo defiendo la carrera de grado, sobre todo para quienes quieran lograr un trabajo mejor, es más fácil ir para abajo que subir. También es importante que el horario de clases sea después de las 18, por ejemplo, para que uno pueda desarrollar otras actividades durante el resto del día”.
Por último destacó la importancia de tener la UTN en la ciudad: “Permite el acceso a una formación profesional para muchas personas, que de otra forma no podrían haberlo logrado”.