“Tenemos la idea de que el ingeniero es el que va y se ensucia las manos, y en realidad esa es la primera etapa donde uno tiene que conocer los procesos, la gente, la empresa, la dinámica de trabajo. Después el ingeniero está para utilizar el “ingenio”, pensar, solucionar problemas y gestionar. El desafío de nuestra Universidad es formar a los nuevos ingenieros en herramientas de gestión”, aseguró.
Este joven profesional, de 31 años, hizo su secundaria en el Instituto Pablo VI. “Cuando era chico siempre dije que quería ser médico, pero cuando llegué a los últimos años de la secundaria eran años muy difíciles para el país, egresé en 2001, así que decidí ir por Ingeniería Química. Me gustaban las ciencias naturales y la matemática, así que comencé esa carrera, que además me interesaba como profesión, porque no hay que cometer el error de elegir una carrera por las materias que tiene, hay que elegirla por la profesión”, comentó.
El ingeniero químico recordó luego que tras decidir ingresar a la UTN realizó el cursillo de ingreso durante el verano de 2002: “Habían ido a visitarnos gente de la Facultad al Pablo VI promocionando las carreras de UTN, así que en febrero vine, me asesoré en la oficina de alumnos, y comencé el ingreso. Éramos tres compañeros de secundaria los que vinimos, aunque comenzamos solamente dos. Luego me encontré con gente conocida, con chicos con quienes había hecho la primaria, y lo que más me gustó en el cursillo de verano, es que es mayor el flujo de chicos de la zona que vienen a la Facultad así que puede conocer gente nueva, hacer nuevos amigos que hoy son como mis hermanos”.
“Empecé primer año en marzo de 2002, con todas las expectativas posibles aunque sin saber qué me deparaba el futuro en esta Facultad. El primer año fue un cambio brusco, había materias duras, el salto generacional con los docentes que teníamos era grande, por ejemplo el ingeniero que nos daba clases era la persona más respetada del mundo y hasta teníamos miedo de realizar preguntas, pero a medida que pasó el tiempo todo fue cambiando, los ingenieros nos daban sus mails, sus números de teléfono, nos juntábamos a estudiar con otros compañeros y los docentes nos ayudaban siempre que podían para que no se sintiera tanto el cambio con la secundaria. Ese año habíamos batido el récord de ingresantes, éramos 83 solo en Ingeniería Química, la oferta educativa en la ciudad era muy distinta, no había todo lo que existe en la actualidad, y recuerdo que éramos cuatro comisiones en el cursillo de ingreso.
Más adelante Negro comentó que “me sirvió mucho el grupo que se formó, el primer año que entré ya fui a competir con el equipo de basket a Río Tercero representando a la Facultad y ese mismo año, en octubre, con Ezequiel Fusero armamos el equipo de handball, que se practicó durante cuatro o cinco años. Todo eso me ayudó sobre todo en la contención que necesitábamos, y me llevó a ser parte del Centro de Estudiantes en segundo año. Eso me unió a la Universidad de una manera diferente, me permitió venir no solo a estudiar sino a aportar un granito de arena. Ya en 2002, mientras estaba cursando primer año, estuve dando una ayudantía de Física 1 a mis compañeros, y a partir de 2003, formé parte de Química General, fui ayudante de cátedra. Desde ese año, primero como ayudante ad honorem hasta 2012, y actualmente sigo dando Química General en la Facultad”.
“Por un problema personal estuve tres años viniendo con mucho esfuerzo, y tercer año de Ingeniería Química tiene las materias más pesadas, en toda su estructura ese año es el más técnico, es el año bisagra. Y a mí pasó que mi grupo de estudio y de amigos tuvo esa bisagra que dejó a muchos en el camino. Y cuando retomé la carrera me encontré con compañeros nuevos, con un mix de chicos que venían recursando, con otros que llevaban la carrera al día, y también se armó un grupo muy bueno. Lo que nunca dejé es de dar clases de Química General, y luego empecé a dar clases en el cursillo de ingreso en matemática, y ahí quedé como titular a partir de 2008. Siempre tuve un perfil docente, siempre me gustó la docencia y sentí la necesidad de devolver a la Facultad un poco de lo que me estaba dando. Siempre digo que no sé si hubiera tenido la posibilidad de mantenerme estudiando en Córdoba, hubiera sido un costo muy grande para mi familia, entonces poder devolver a la Facultad la oportunidad que me brindó en algo muy importante para mí, no me podía conformar con solamente venir a estudiar y después irme a mi casa, tenía la necesidad de sumar, de dar una mano donde sea necesario”, añadió.
El ingeniero Nicolás Negro cumplió funciones como “consejero estudiantil por Química dos períodos, y fui consejero en el Directivo, fui a votar rector, voté decano varias veces, como consejero estudiantil. Eso me permitió conocer la facultad, la gente que trabaja en la Universidad, así que fue una experiencia muy enriquecedora”. “Terminé de cursar entre 2010 y 2011, en 2009 me recibí de Técnico Químico, y el 27 de septiembre de 2013 me recibí de ingeniero, luego de presentar una tesis sobre alimento balanceado avícola”, indicó Negro, y señaló luego que “en 2009, cuando estaba en cuarto año de la Facultad empecé a trabajar, primero en Maquinarias San Francisco, por una pasantía de la Facultad, estuve casi dos años. Luego salió una posibilidad de crecimiento en la empresa Axion, de Micrón Fresar, donde aprendí muchísimo y había un grupo de trabajo muy bueno, además me ayudaron con los horarios para que pueda continuar con mi trabajo docente y con mi carrera. Por otra parte, cuando me quedaba solamente la tesis, comencé un posgrado en Ingeniería Gerencial. Eso también fue una motivación para terminar la carrera, así que rendí todo, y en marzo de 2014 terminé de rendir el posgrado, recibiéndome de Especialista en Ing. Gerencial”.
Al continuar el repaso por su crecimiento profesional, el ingeniero Negro señaló que “en octubre de 2012 empecé a trabajar en Arcor. Entré como ingeniero de procesos en corrugadora de Cartocor. Arcor tiene la división Packaging, que integra Cartocor, que a su vez tiene tres plantas de corrugado en Argentina y una en Chile. Cuando superé el proceso de selección y me dicen que quedé elegido, me informan que tenía chances de trabajar en Luján o en Arroyito. Les expliqué que estaba dando clases en la facultad y me interesaba quedarme cerca, y por suerte todo se dio como para que quedara en el puesto vacante de Arroyito. Ingresé como ingeniero de procesos, en una época difícil porque se montó una máquina corrugadora nueva, que tiene unos ochenta metros de largo y está integrada por pequeñas máquinas, operadas en total por nueve operarios, es como un equipo de fútbol, donde cada uno tiene una función específica y si uno de los colaboradores se equivoca, se detiene toda la línea. Se decidió montar una máquina restaurada de a partes, y en marcha, porque el mercado seguía traccionando y había que entregar el producto. En ese momento comenzaron a cambiar la máquina anterior y yo era el responsable de estandarizar el nuevo proceso (y de a tramos), con el apoyo de toda la gente que trabaja allí. Fueron tiempos de mucho aprendizaje en gestión, en proyectos, en técnica, en organizar tareas que se superponían con el trabajo de terceros en montajes, remodelaciones edilicias, y me tocó hacer eso, ya llevamos dos años y medio y falta una etapa más pero lo más grande, ya pasó”.
Negro también comentó que “más adelante en la empresa me promovieron a Jefe Operativo de Corrugadora, que es como un nexo entre la supervisión, con la gente y el nivel de jefatura, operativamente todo lo que se hace en la corrugadora está a mi cargo actualmente, luego de años de aprendizaje. Gestionar el trabajo de la gente es algo que no se enseña en ningún lado, y eso me enriqueció mucho como persona y como profesional, además de utilizar las herramientas que aprendí en el posgrado en Ingeniería Gerencial, y las que me fueron enseñando mi jefe y los supervisores. Personalmente aspiro a crecer; en la compañía donde estoy, tengo posibilidades de crecer y seguir progresando”.
Finalmente, el ingeniero químico afirmó: “Vivo de lo que estudié, de mi profesión, desde la docencia hasta el trabajo que realizo. Le estaré por siempre agradecido a mi Facultad Regional San Francisco por brindarme la posibilidad de un futuro mejor para mí y mi familia”.