“Los alumnos de ese entonces, de mi generación, son los profesores actuales, así que tienen esa buena base. Además la parte experimental en el laboratorio que teníamos en ese entonces, si bien era muy básico, así y todo teníamos un entrenamiento en laboratorio que no tenían los teóricos de ciencias exactas de la UBA, por ejemplo. La clave está en que la UTN San Francisco siempre contó con una buena relación entre los docentes y los alumnos, el hecho de tener cursos chicos, con mucha interacción personalizada, permite un seguimiento personalizado, a diferencia de esas grandes universidad donde uno se siente un número más, esa es una ventaja de esta Facultad y el alumno que quiera estudiar acá tiene todas las herramientas para aprovechar”, explicó Isoardi.
Nacido en San Francisco, Roberto Isoardi hizo sus estudios primarios en la Escuela J. B. Iturraspe, y la secundaria en el Colegio Sagrado Corazón de los Hermanos Maristas. “No sé por qué se me dio por la Ingeniería, sin darme cuenta tenía cierta vocación científica, pero no lo manifestaba tempranamente, no me destaqué demasiado en matemática y física en el secundario, por ejemplo. Para los que hicimos la primaria en los años ’70, los temas del momento eran los viajes espaciales, la revolución de la electrónica, entonces todos queríamos ser astronautas, además de crack de fútbol”, dijo.
Luego señaló: “Me tocó el servicio militar en 1983, el año final de la dictadura, así que era un tiempo de zozobra, entre la recuperación de la democracia, había mucha incertidumbre. Y yo tenía la inquietud por estudiar ingeniería, y me anoté en la UTN San Francisco. En ese momento había un cupo y un examen de ingreso, aunque al final en 1984 ingresamos todos porque eso se dejó de lado, si bien se tomó el examen de ingreso, no era eliminatorio”. “Comencé Ingeniería Electromecánica, con la idea de hacer Electrónica en Córdoba, porque en ese momento la única carrera completa que había en San Francisco era Electromecánica, pero los dos primeros años básicos eran comunes a todas las Ingenierías de las Tecnológicas, entonces uno podía hacer esos dos primeros años acá, y después saltar a otra especialidad. Así hice esos dos años, me fui a Córdoba a estudiar Electrónica, pero ahí me di cuenta que no me satisfacía, tanto por la forma en que se daba la carrera en Córdoba, era 1987 y había muchos paros docentes, y al mismo tiempo me llamaba la atención la posibilidad de ingresar al Balseiro, conocía a un muchacho de Devoto que había ingresado y que me decía que el examen no era tan difícil, que era una buena oportunidad, con buena perspectiva laboral, así que hice un año más en Córdoba y después fui a rendir el examen de ingreso, y así pude hacer la carrera de Licenciatura en Física. Eso fue de 1988 a 1991”, comentó.
Isoardi explicó además que “para ingresar al Instituto Balseiro exigen materias que se cursan en Ingenierías o Ciencias Exactas de cualquier universidad del país, o sea que más o menos cursando dos años de Ingeniería uno ya ve todas las materias que exigen para entrar allá, es decir que uno no entra desde cero, sino que ya se tienen aprobadas un número de materias que generalmente corresponden a los dos primeros años de Ingeniería o de Ciencias Exactas”.
“Llegué a la conclusión, desde mi experiencia personal, que el Balseiro es accesible con la formación que se daba en la Tecnológica si uno estudiaba a conciencia, con los libros de Física que teníamos como bibliografía en la Ingeniería, allí teníamos todas las herramientas necesarias para poder ingresar. Es un mito que hay que ser un genio para entrar al Balseiro, es verdad que hay que tener cierta facilidad para la matemática y la física y te tiene que gustar, pero no es un lugar donde entran genios, hay que ser buen alumno, haber estudiado bien las materias. El examen no es difícil, pero hay un cupo de cuarenta o cincuenta ingresantes por año, así que por más que uno haga el examen bien, hay una entrevista que es la selección final, y se quedan con los mejores promedios, pero es accesible para alguien que tenga vocación y ganas de estudiar. La vida allá es exigente, hay clases a la mañana y a la tarde, y se puede estudiar Licenciatura en Física, Ingeniería Nuclear, Ingeniería Mecánica, y la Ingeniería en Telecomunicaciones”.
Más adelante Isoardi relató: “Egresé como Licenciado en Física, y luego hice unos cursos ya pensando en una orientación hacia la Física Médica, en el Hospital de Clínicas y el Instituto Roffo de Buenos Aires. Y después finalmente me establecí en la Fundación Escuela de Medicina Nuclear de Mendoza, que depende en parte de la Conea, y allí estoy todavía como investigador y docente. Luego hice un Doctorado en Física, pero con un tema más aplicado a medicina”.
Consultado sobre la tarea que desempaña un Físico, el profesional sanfrancisqueño explicó: “Uno puede aplicar la Física en una gran variedad de cosas, como puede aplicarse la Ingeniería a una gran variedad de cosas. Pero a grandes rasgos podemos dividir el trabajo de los físicos en dos grupos: los físicos teóricos, los que llamamos físicos de papel, lápiz y computadora, que hacen sus modelos y estudian y desarrollan teorías físicas y no necesariamente se dedican a concretar experimentos. Generalmente los físicos más notables por su capacidad y brillantez están en este grupo. Y después están los físicos más experimentales, que están más parecidos a los ingenieros, en el sentido de que trabajan en laboratorios, tienen su instrumental, diseñan experimentos, tienen su base teórica para entender lo que están haciendo, y generalmente están prácticamente todo el día en el laboratorio y no disponen de tanto tiempo que dedicarle a la matemática de alta complejidad que se necesita para desarrollar los cálculos teóricos”.
En relación a por qué decidió ejercer su profesión en un campo ligado a la salud, Isoardi comentó que “en aquellos años, cuando decidí orientarme por la Física Médica, había una técnica que estaba promocionando la Comisión Nacional de Energía Atómica, una técnica tomográfica que es la tomografía por emisión de positrones, que era lo suficientemente compleja como para que intervinieran los físicos, y como el equipo estaba únicamente en Mendoza, y no en Buenos Aires. Nosotros recién nos recibíamos y con un colega pensamos en ir allá y ser pioneros en esta técnica, desarrollarla y hacer punta. Eso nos costó bastante tiempo, pero hoy podemos decir que la Fundación de Escuela de Medicina Nuclear es líder en ese tipo de equipamiento. Y así descubrí un mundo de interacción entre la Física y la Medicina y un ámbito multidisciplinario que llevó su tiempo congeniar. Es una rama de la Física que también tiene intersección con la Bioingeniería”.
Y al referirse al futuro de este sector donde se desempeña profesionalmente, Isoardi destacó que “en el país en estos momentos está llegando un equipo nuevo a Mendoza que es híbrido, entre tomografía por emisión de positrones y resonancia magnética. Habrán oído hablar de equipos de resonancia magnética que están muy difundidos, y tomografías, ahora la tendencia es hacer estudios híbridos, combinados, en un mismo equipo hacer la resonancia y un estudio de medicina nuclear también como una tomografía por emisión de positrones. La resonancia aporta información estructural, anatómica, como si hiciéramos un corte virtual, y la medicina nuclear me da un corte a la misma altura pero me brinda otra información como el metabolismo celular. Y ahí entra en juego la interpretación de las imágenes obtenidas”.
Finalmente, consultado sobre la importancia de la educación técnica, afirmó: “La ciencia y la tecnología es la base del crecimiento de un país, no solo en desarrollo teórico, sino desarrollo económico. Porque si algún día generamos conocimiento, porque al ser ciencia y tecnología buscamos generar conocimiento y luego aplicarlo, de manera que le damos valor agregado a los productos que exportamos, dejamos de ser exportadores de materia prima para exportar valor agregado cono conocimiento tecnológico. El recurso humano que logra el conocimiento no se importa fácilmente”.