El día 17 de marzo de este año, se publicaron de manera simultánea dos reportajes en los diarios The New York Times (Estados Unidos) y The Guardian (Reino Unido) que dieron puntapié a un escándalo internacional que ya ha costado a Facebook la pérdida de más de 50.000 millones de dólares.
¿Qué sucedió?
Empecemos por el origen de todo este mal: Cada vez que creamos una nueva cuenta en Facebook, estamos aceptando sus “Condiciones” y sus “Políticas de Datos”.
Éstos, son documentos legales que explican (de manera extensa, aburrida y muchas veces difícil de entender) qué puede y qué no puede hacer Facebook con nuestra cuenta y todo lo que ingresemos en ella (nuestra información personal, fotos, videos, intereses, contactos, etc.).
Si tenemos una cuenta en Facebook, entonces estamos de acuerdo con lo que digan esos documentos, sin excepción, así nunca los hayamos leído (lo cual, es el caso más común).
De hecho, todas las cuentas de Internet que tenemos y las aplicaciones que utilizamos en nuestros celulares (Whatsapp, Instagram y hasta la mismísima Calculadora), tienen sus propios documentos legales que hemos aceptado (de manera consciente o no) para poder utilizarlas.
La situación en 2014
Los documentos legales en cuestión van cambiando a lo largo del tiempo, y en 2014 se dio una situación especial. Ese año, un académico ruso llevó adelante un estudio de personalidad en Facebook. Para participar, una persona debía hacer dos cosas: responder un cuestionario y brindar acceso al académico ruso a sus datos personales de Facebook.
Hasta aquí, no parece haber ningún problema. Pero, en ese momento las condiciones de Facebook decían que si María decidía brindar sus datos personales de Facebook al investigador ruso, entonces éste podía acceder también a los datos personales de todos los contactos de María. Así como suena. Si María era nuestra amiga en Facebook y participaba del estudio, entonces el investigador ruso podría haber accedido a toda nuestra información personal, sin que lo sepamos nunca.
Las consecuencias
El investigador ruso logró la participación directa de 270.000 personas en su estudio. Como también pudo acceder a los datos de los contactos de cada una de estas personas, en total se hizo con la información personal de 50 millones de cuentas de Facebook. Cabe remarcar que esto fue totalmente legal, ya que esos 50 millones de personas habían aceptado que esto podía suceder (de manera consciente o no) cuando crearon sus cuentas de Facebook.
El problema vino cuando el investigador ruso vendió los datos obtenidos a la empresa Cambridge Analytica del Reino Unido por 800.000 dólares.
Esta empresa, utilizó la información comprada para crear un perfil psicológico detallado de cada una de las 50 millones de personas, según sus intereses políticos y religiosos, datos demográficos, gustos y demás (los cuales se derivan de las publicaciones, comentarios, me gusta, intereses de Facebook, etcétera, de cada persona).
Este perfil psicológico, permitió a Cambridge Analytica dividir a las 50 millones de personas en grupos y poder así influirlas mediante publicidades especialmente diseñadas para el perfil de cada una.
Esto, es un arma muy poderosa, y a través de una reunión grabada con cámara oculta con el Director Ejecutivo de Cambridge Analytica se pudo descubrir que sus servicios fueron contratados, por ejemplo, para lograr votos a favor de Donald Trump en las últimas elecciones de Estados Unidos y han sido utilizados también en Argentina, República Checa y Nigeria.
Conclusión
Este caso es sólo una muestra más de lo peligrosas que pueden ser las redes sociales si les damos demasiada información sobre nosotros.
Debemos tener siempre presente que toda la información que publicamos en nuestras redes es almacenada por ellas y utilizada luego para influirnos de una manera u otra mediante publicidades a medida.
Hay una frase que dice: “Cuando algo es gratis, el producto eres tu”. En esta frase, Facebook encaja perfecto.
Por Nicolás Gustavo Bruna, Ingeniero en Sistemas de Información